El verano había transcurrido con una tendencia positiva digna de encomio, si tenemos en cuenta los calores estivales, y nos dirigíamos hacia el último trimestre del año, que tradicionalmente suele ser el mejor para el inmobiliario, aunque, como siempre, nunca llueve a gusto de todos y menos en este otoño seco, cuando llegó el desastre. Un grupo de políticos mediocres, iluminados, de mentes cortas y mano larga, se han encargado de hacer trizas todas las previsiones y de meternos de nuevo en una crisis de la que apenas estábamos saliendo.

Pero para ir de una forma ordenada, vemos que repasando los datos del tercer trimestre todo apuntaba más o menos bien, al menos apuntaba. El precio de la vivienda, que es con mucho el guarismo que continúa sin darnos demasiadas alegrías, parecía haber tomado con decisión  la senda del crecimiento y alcanzaba ya los 1.258 euros metro cuadrado de media, es decir, una subida del 4% en tasa interanual. Subida muy interesante si tenemos en cuenta el crecimiento del 2,7% en el primer trimestre y de un 1,8% interanual durante el primero. Estos datos reducían hasta el 38,6% el ajuste medio acumulado desde el año 2007.

Madrid y Barcelona se constituían como las locomotoras del crecimiento –no caeré en el chiste fácil del choque de trenes -, que poco a poco se iba extendiendo a otras grandes ciudades del país. Aunque es preciso decir que todavía hay 13 capitales españolas que muestran en el tercer trimestre precios medios inferiores a los de hace un año.

También mejoraban, como no se había visto en mucho tiempo, los plazos medios de venta de inmuebles, liquidez que también se le puede llamar. Y que en los casos de Madrid y Barcelona ya se está acercando a los tres meses (3,2 y 3,4 respectivamente). La revalorización estaba siendo espectacular, sobre todo en el caso de Barcelona, que ha revalorizado sus inmuebles más de un 15% en siete de sus distritos, en lo que va de año. Madrid no le va mucho a la zaga y todos sus barrios suben un 5%,  en tanto que ocho de los 21 superan el 10%.

Mirando los datos de crecimiento por Comunidades Autónomas, Madrid –que lo tiene fácil al ser uniprovincial-, se coloca en cabeza con un 13,2%, seguida de Cataluña, con un 12,5%. Navarra da la sorpresa y se adjudica una subida del 6,6% al igual que Cantabria que abandona el pesimismo y se apunta un incremento del 5,7%. En el lado contrario de la tabla, Extremadura, Castilla La Mancha y Región de Murcia, encabezan los descensos con cifras cercanas al 3,3%.

La Comunidad más cara es Madrid, con un precio de 2.004 euros/m2, desbancando al País Vasco, que con 1.931 euros/m2 se ve también sobrepasado por las Islas Baleares donde la media está en 1.953 euros /m2.

Las mayores diferencias de precios frente a los máximos históricos marcados alrededor de finales del 2007 son La Rioja, donde el valor medio es un 56,1% inferior al de hace 10 años, seguida de Castilla-La Mancha (-53,7%) y Aragón (-49,8%). Por su parte, las regiones que mejor se han comportado con los precios de sus viviendas durante esta larga crisis, son Baleares (-28,4%), Galicia (-32%) y Extremadura (-32,2%).

Pero a pesar de los gritos de bonanza y de que todo va bien, o iba bien, son 22 las provincias  han visto reducido el valor medio de sus viviendas este último año. Castellón a la cabeza, con un descenso interanual del 4,2%  seguida de Ciudad Real y Palencia, donde el precio se ha reducido un 4%.

Guipúzcoa se mantiene como la provincia más cara: 2.080 €/m2. Seguida por la provincia de Madrid (2.004 €/m2), que supera este trimestre el precio medio de la provincia de Barcelona (2.003 €/m2). Tras Madrid y Barcelona, es Navarra, con un 8,5%, la provincia con mayor incremento de precios acumulado en 2017 (entre enero y septiembre). Le siguen Huelva y Álava, con crecimientos del 6,5% y del 6,2%, respectivamente, en los nueve primeros meses del año.

Pese a la incipiente recuperación que teníamos, en hasta siete provincias el precio medio ha perdido más de la mitad de su valor en los últimos diez años. Es el caso de Toledo, donde el descenso acumulado desde máximos es del 57%. Le siguen La Rioja (-56,1%), Guadalajara (-56,1%) y Zaragoza (-53,3%).

Pero todo esto son los datos estadísticos que teníamos del tercer trimestre, donde todo apuntaba relativamente bien y parecía que podríamos cerrar el año inmobiliario con la tranquilidad del que ve un 2018 sin sobresaltos. Ahora todo ha cambiado y la incertidumbre es la reina de todas las expectativas. Y así es, gracias a una caterva de políticos indeseables, cortos de miras, vendedores de discursos fáciles y herederos de un tardo franquismo y sus maneras,  que nos está costando mucho eliminar.

El caso es que desde el lunes las bolsas bajan, la prima de riesgo sube y los bancos se pegan el estrellón, con Caixabank y el Sabadell a la cabeza. Todos los expertos, con el Banco de España a la cabeza –si es que después de muchas de sus decisiones políticas se le puede seguir considerando un experto-, ya hablan claramente de revisar a la baja todas las previsiones económicas que tenían. Y en su punto de mira están, no solo los ratios de crecimiento comprometidos por la situación, sino todas las posibilidades de inversiones –puestos de trabajo y PIB- que pasarán volando a nuestro lado y aterrizarán en países vecinos más estables.

Si nuestros ilustres próceres electos no encauzan la situación con rapidez, la desconfianza económica hacia nuestro país, o lo que quede de él, va a tener unos efectos demoledores en nuestra economía –nada más cobarde que el dinero, dicen- sobre todo porque los demás países de nuestro entorno, y no conozco a ninguno que profese la bondad como principio, van a hacer leña del árbol caído y nos birlarán cualquier proyecto inversor o posibilidad económica que se presente. ¡¡¡Jajajaja! Me estoy acordando que Barcelona y Madrid competían por hacerse con algunas migajas, de las que dejaría el Brexit en forma de empresas deslocalizadas…me entra la risa floja.

La macroeconomía no estaba marchando tan bien como en el primer trimestre del año, el consumo se estaba ralentizando y la otra gran lacra de nuestra economía, el empleo, ya no crecía con soltura. Por eso se estaba estudiando un ajuste de previsiones que bajaría las expectativas de crecimiento unas dos décimas, hasta el 2,9% y también el PIB previsto para el 2018 que podría quedarse en el 2,6%. Pero entra un nuevo factor en liza y de imprevisibles consecuencias, sobre todo para el inmobiliario, que por unas y otras causas puede verse muy afectado, si la locura colectiva que nos afecta no se encauza.

La economía española y la catalana están irremediablemente unidas. Cataluña vende más del 80% de sus productos al resto del estado, de donde también proceden sus  proveedores en casi una cifra similar. Además, a pesar de todo el esfuerzo de la administración catalana para diversificar sus exportaciones, casi el 70% van a la UE, región económica que podría establecer fronteras fiscales con un nuevo estado sin tratados comerciales preferentes…

Todo esto es una locura que no hay por dónde cogerla salvo por el lado de dar marcha atrás, reconducir posiciones y hablar de todo, hasta del sexo de los ángeles, pero dentro de la legalidad vigente. Y por supuesto, dejando las porras en los baúles, de donde nunca debieron salir.

Y si estos políticos de medio pelo, peperos y catalanes, carecen de la cintura y el conocimiento necesarios para  reconducir la situación, que se vayan, que mentirosos, vendedores de humo y tardofranquistas no son lo que necesitamos. Más cultura política y de la otra y menos fútbol y lamentables realitys televisivos. Que nos llevan como a borregos a donde quieren sus intereses.¡Se sienten y arreglen su desastre, c…!

 

Eduardo Lizarraga

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