Los buenos datos recogidos en el mes de septiembre por el mercado inmobiliario, con una subida interanual de casi un 10% en las operaciones de compraventa y un incremento medio de los precios en un 2,5%, no dejan de mostrar una cierta desaceleración, perceptible desde el pasado mes de mayo.

Lo podemos ver de forma clara con la estadística de trasmisiones de Derechos de la Propiedad, que muestra una curva descendente desde el quinto mes del año, en que se vendieron 47.200 viviendas, hasta llegar a las 42.766 ventas del mes de septiembre. Entre medias los datos de junio, con 44.700 operaciones, julio con 45.900 y agosto 44.600.

Las perspectivas del mes de octubre, con el fenomenal embrollo protagonizado por el Tribunal Supremo y que ha tenido en vilo al país desde el 19 de octubre, durante casi tres semanas, son regulares tirando a malas. Y con noviembre ya bien entrado y a pesar del zarpazo de Sánchez a los bancos, no parece que el optimista objetivo de crecer un 24% y vender más de 500.000 viviendas, pueda alcanzarse. Es preciso recordar que diciembre del año pasado fue el único mes del año con una tasa de crecimiento negativa.

Salvando la enloquecida actuación del Tribunal Supremo,  que veremos reflejada en las estadísticas de octubre y noviembre, varias son las causas a las que se puede achacar esta progresiva ralentización del mercado inmobiliario. Por un lado el entorno europeo que no muestra signos de fortaleza, sino todo lo contrario. La contracción del 0,2% del Producto Interior Bruto alemán ha convertido en papel mojado las previsiones de los expertos y logrado un decepcionante avance del 0,2%  para los Diecinueve, que contrasta con el 0,4% alcanzado los dos primeros trimestres del año.

La situación de Italia y las andanzas de Trump, volviendo a amenazar al Viejo Continente con una nueva salva de andanadas comerciales, no contribuyen a tranquilizar una situación que solo respira por el principio de acuerdo con el Brexit. Así las cosas, son Francia y España las que tiran del carro europeo, sin saberse cuánto tiempo podrán seguir haciéndolo. La rueda pinchada de Italia y las amenazas de Trump hacia alguno de las tradicionales exportaciones europeas  hacia EE.UU. – lo del vino francés preocupa mucho al otro lado de los Pirineos- son interrogantes en el futuro más inmediato.

También en España nuestro Gobierno modera expectativas de crecimiento, reduciéndolas en una décima tanto para el 2018, que espera quedará en el 2,6%, como para el 2019, en el que no se prevé superar el 2,3%. Mala situación propiciada por un cambio de tendencia en todo o casi todo lo que nos ha venido empujando estos últimos años. Se acaba el petróleo barato y el dinero comienza a encarecerse, sin olvidar que nuestro tradicional mercado turístico ha encontrado su techo con la progresiva normalización de países mediterráneos, como Egipto y Túnez, que compiten con nuestro mismo planteamiento de sol, playa y turismo barato. Habrá que ver en todo caso, si la medida de elevar el SMI tiene alguna influencia en el consumo interno, que también está dando señales de flaqueza.

Toda esta situación económica europea y nacional tiene una inmediata traslación hacia el mercado inmobiliario, que también ha alcanzado un estado de madurez que le va a retirar de los crecimientos desmesurados de los dos últimos años, llevándole a una sostenibilidad previsible deseada por casi todos. La demanda embalsada por largos años de sequía hipotecaria está resuelta, los patatales con edificaciones absurdas que no se han vendido ya no lo harán, la construcción se está recuperando por zonas, con cada vez se ven más grúas en lontananza y el precio del alquiler, gran preocupación en estos dos últimos años, está comenzando a retroceder, aunque se han originado burbujas zonales  que aún tardarán en resolverse.

Será interesante observar los datos hipotecarios del mes de octubre, con la acción Díez-Picazo. Porque los de septiembre crecieron, según los notarios, un 4,4% interanual, menos que en julio y agosto, que registraron cifras por encima del 15%. Pudiera ser que el 19 de octubre se traduzca en en punto de inflexión para los crecimientos  desmesurados y el mercado entre en fase de mantenimiento con ligera tendencia a la baja. Y es que el españolito de a pie ha sufrido mucho, y como bien lo reflejaba una encuesta  publicada hace unos días, tiene miedo a una nueva crisis y a la mínima se va a apretar el bolsillo, lo que enfriará aún más la economía y alejará la posibilidad de una nueva burbuja inmobiliaria.  La percepción de un 80% de los encuestados, que mostraba preocupación por la situación económica que viene, ya está teniendo consecuencias.

La madurez va a cambiar ya del todo las reglas del juego para los profesionales del sector, que contando con un vendedor particular más avezado y acostumbrado a GOOGLE e internet, tendrán que mejorar e invertir en sus servicios de captación y venta on line, lo que deberá traer una disminución de los paracaidistas sin capacidad económica que han proliferado demasiado. Las herramientas digitales tienen que acompañar a una página web más profesional, -se acabaron los juguetes amateurs-  dirigida hacia el posicionamiento SEO y la incorporación en su estructura de estas nuevas capacidades tecnológicas. Un mercado más estable y competitivo, acompasado a la situación económica se lo exige.

Eduardo Lizarraga

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