La desaceleración de la economía española podría tocar fondo en 2020. Sin embargo, la evolución futura
del crecimiento dependerá crucialmente de la resolución de los distintos focos de incertidumbre y de las
políticas que se implementen. Es lo que asegura el informe trimestral del BBVA Research, que mantiene el escenario publicado hace tres meses, en el que el avance del PIB podría ralentizarse hasta el 1,6% en 2020, desde el 1,9% con el que habría finalizado 2019. Para 2021, la leve mejora que se espera en el entorno internacional explicaría una moderada aceleración, lo que permitiría que el crecimiento regresase a niveles cercanos al 1,9%.

El crecimiento del PIB parece haberse estabilizado durante el segundo semestre de 2019. En particular, se
estima que el avance del PIB podría haberse mantenido en el 0,4% t/t durante el último trimestre del año, en línea con lo observado en los primeros nueve meses de 2019. Asimismo, la tendencia de los datos conocidos hasta el momento apunta a que este ritmo de expansión se sostendría en los primeros meses de 2020.

La ralentización del gasto doméstico podría haber alcanzado un punto de inflexión durante el segundo
semestre del año, mientras el sector exportador se sostiene. En particular, el consumo de las familias habría
dejado atrás la atonía mostrada durante la primera parte de 2019, cuando la tasa de ahorro se incrementó, afectada posiblemente por la pérdida de confianza relacionada tanto con el entorno externo como con el interno.

Asimismo, la inversión en maquinaria y equipo mantiene una sorprendente fortaleza, a pesar de la debilidad que
ha presentado durante el último año el sector exportador. Esta positiva evolución de la acumulación de capital fijo, junto con los primeros signos de recuperación en las ventas al exterior, son fuentes que apoyan una estabilización del crecimiento hacia delante. Por último, la política fiscal está siendo moderadamente expansiva lo que, si bien es una mala noticia para los objetivos de reducción del desequilibrio en las cuentas públicas, supone un soporte para la demanda interna.

La inversión en vivienda también perderá tracción en el presente ejercicio y se recuperará en el siguiente.
La atonía que ha venido aquejando al segmento residencial en 2019 se dejará notar todavía en 2020. Así, se
espera que la inversión en vivienda avance el 2,4% en 2020 y el 5,0% en 2021. La incertidumbre en torno a la política económica, en general, y a la implementación de nuevos cambios regulatorios en el sector, en particular, podría seguir condicionando las decisiones de inversión de los productores y los consumidores. Además, hasta el momento, no se ha observado una clara reactivación de las transacciones tras los descensos provocados por los cambios normativos acaecidos a lo largo del pasado año.

En 2021, a medida que se vayan disipando los focos de incertidumbre, se prevé que la inversión en vivienda se recupere, ya que sus determinantes son positivos: la economía seguirá creando empleo, los costes de financiación se mantendrán reducidos y los bajos tipos de interés situarán a la vivienda como un activo de inversión alternativo con una rentabilidad competitiva. A su vez, la recuperación de las economías de la UEM en 2021 podría suponer un aliento a la demanda de vivienda por parte de los extranjeros.

A la espera de conocer los detalles de las medidas de política fiscal que el nuevo Gobierno adoptará, se estima
una moderación de la contribución de la demanda pública al crecimiento. De esta forma, el gasto en
consumo final de las administraciones públicas se desacelerará durante el próximo bienio hasta el 1,7% a/a en
2020 y el 1,8% a/a en 2021. Igualmente, la inversión pública permanecerá anémica este año, lo que lastrará el dinamismo de la inversión en otras construcciones, y solo se recuperará a lo largo del próximo.