Conforme las subidas de precio en energía y carburantes van calando en el sistema productivo, el incremento de los productos de alimentación se está convirtiendo en la auténtica pesadilla de los hogares. Y aunque se contenga el precio de la luz y baje el barril de petróleo, los precios de los productos alimenticios seguirán subiendo porque la distribución también quiere hacer su agosto. Además, de las mayores subidas nos enteraremos a la vuelta del verano.

Estas subidas en algo tan básico como es la alimentación tienen que controlarse, porque no se puede seguir subvencionando con ayudas a los más vulnerables, a los responsables de la distribución en nuestro país. Y todos sabemos de quien hablamos, que están incrementando sus ganancias a costa de todos nosotros. Como los impuestos a los beneficios de eléctricas y bancos, que están bien, pero la estrategia fallará si se les deja repercutir esos impuestos a los consumidores.

Es la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), la que denuncia que la cesta de la compra ha subido de media en el último año un 15,2%. El 94,5% de los 238 productos que componen la cesta de la compra que elabora OCU han subido, frente a solo 13 que han bajado. Este incremento de precio provocará un sobrecoste de más 830 € al año para una familia media.  Y todavía hay algunos que se lanzan en tromba por las medidas que anuncia el Gobierno.

Para su estudio, OCU ha comparado los precios del mes de mayo de 2021, con los precios en mayo de este año, de una cesta de 238 productos de alimentación y droguería de diferentes categorías, alimentación fresca (carne, pescado, frutas y verduras) alimentación envasada y droguería. De acuerdo con los datos del estudio, la cesta de la compra se ha incrementado un 15,2%.

Los productos que más suben son el aceite de girasol (118%) las magdalenas (75,4%) la margarina (75,2%) los plátanos (63,6%) la pasta (59,9%), el aceite de oliva suave (52,6%), la harina de trigo (49,7%), los huevos (45,9%) y la mayonesa (42,9%).  Las bajadas de precios son la excepción, se centran en algunas frutas y verduras como los aguacates (-9,6%), kiwi (-5,5%), las manzanas (-4,8%), la coliflor (-3,7%), las naranjas (-1,5%), el gallo de ración (-1,1%) y el ajo que mantiene su precio. A estos se suman algunos productos de droguería e higiene (gel, champú, detergente).

Por categorías, los productos envasados (15,5%) han subido más que los productos frescos (14,2%), debido a que dentro de la categoría de productos envasados se encuentran algunos de los que han experimentado con diferencia las mayores subidas. La subida del aceite y las harinas, ingredientes de muchos productos elaborados, ha tenido gran peso en el incremento de precios de la categoría. Dentro de los productos frescos, destaca la subida de los huevos.

Entre el resto de las categorías de frescos no hay muchas diferencias (frutas y verduras un 12,4%, los pescados un 13,3% y carnes un 14%). En las carnes en particular se aprecia un comportamiento diferenciado entre el pollo, con un 16,1%, el vacuno, con un 17,8% y el cordero, con un 18%; el cerdo, con un 7,3% es el que menos sube. El conejo y el pavo se quedan en un entorno intermedio con un 12,2% y un 13,8% respectivamente. Aunque la droguería e higiene es la categoría que menos sube, un 8,4%, se trata un incremento de precios nunca visto anteriormente.

En todo caso y aunque la subida media es del 15,2%, el hecho de que las subidas más importantes se registran en los productos de primera necesidad y mucho consumo hace que el impacto de la subida en las economías familiares sea aún mayor. De esta manera la organización de consumidores estima que este año las familias van a afrontar un sobrecoste de más de 830 € en el gasto anual de alimentación de una familia tipo.

Además, nada hace pensar que la situación va a cambiar y es probable que todavía suban aún más los precios de algunos productos en los próximos meses.

Por todo ello, el Gobierno debe tomar medidas firmes y decididas para cortar la subida de los precios que pasan por suspender temporalmente los impuestos ligados a la energía, el origen de la espiral inflacionista, y por otra aumentar las ayudas a todas las familias para afrontar el incremento de los precios. El control de los incrementos en la cadena de distribución tampoco estará de más. Una adecuada presión fiscal sobre las rentas más altas y las empresas con mayores beneficios, ayudará a la redistribución de la renta vía subvenciones y ayudas directas.