Desde el inicio de la crisis el número de sin techo que intentan sobrevivir en las calles de las grandes ciudades aumenta vertiginosamente y ya supera el 50% de los que había antes del 2007. Y las previsiones son que continúen aumentando ante la nula respuesta de distintas administraciones, desde la estatal hasta las municipales. Algunas de estas personas duermen en los albergues, hostales o residencias que ofrecen las administraciones, pero las plazas son insuficientes y muchos de estos sin techo deben dormir en la calle. Ante esta situación ONGs y distintas personas concienciadas con la situación intentan que vivan lo más dignamente posible.

Las personas sin techo se mueven por los distritos de nuestras ciudades en función de los equipamientos sociales que puedan encontrar, Comedores municipales, albergues, conventos y sedes religiosas en las que puedan encontrar algo de comer. Las posibilidades de encontrar limosnas y la seguridad frente a las agresiones son también otros factores a tener en cuenta. Por ello se prefieren las calles más concurridas.

Todos los sin techo coinciden en considerar lo más importante para poder abandonar la situación en la que viven la de poder disponer de cuatro paredes para poder estar y de algún trabajo para tener ingresos. Casi todos han llegado a esta situación por el desarraigo familiar, al que ha seguido la pérdida del empleo y las prestaciones sociales. El alcoholismo y las drogas no son causas por lo general sino consecuencias.

Muchas de estas personas sin techo no son de las ciudades en las que se refugian porque saben que en ellas es más fácil obtener algún recurso. Además existe una especie de pudor a ser reconocidos en su actual situación, por ello ni suelen estar en su ciudad de origen ni frecuentar barrios en los que se les pueda conocer en su anterior situación.

Los ayuntamientos por lo general tratan de aumentar los recursos que destinan a estas personas, aunque también hay ciudades, como Madrid, en las que se puede considerarlas delincuentes por dormir en la calle. El dinero destinado por el estado y las Comunidades Autónomas es claramente insuficiente para paliar el problema que padecen los ayuntamientos.

Ante una situación que se generaliza, los servicios sociales de las grandes ciudades, como Barcelona, están mirando al extranjero. En muchos países europeos, en Canadá y en varios estados de los Estados Unidos se aplica un sistema llamado Housing First —Vivienda primero— con buenos resultados. Consiste en prestar pisos a los sin techo para que vivan solos. A cambio, los beneficiados tienen que cumplir normas básicas, como destinar una parte de sus ingresos —mayoritariamente ayudas sociales— a pagar la vivienda; mantener buena relación con los vecinos; y tener contactos regulares con los equipos de apoyo. Según la larga experiencia vivida en estos países, el sistema permite que la persona recupere antes su confianza. El problema en España es que los recortes han eliminado muchas de las ayudas sociales de que disponían estas personas y de que muchos municipios, como el Madrid de Botella, prefieren hacer caja con los pisos sociales.

Actualmente, cuando una persona sin techo pide ayuda a los servicios sociales de Barcelona empieza por los centros de acogida, donde los trabajadores sociales estudian cada caso, analizan el perfil e intentan ofrecerle atenciones básicas. Existen centros de acogida en Zona Franca, Meridiana y Sant Gervasi. Con el cambio de sistema, ya no se abrirán más equipamientos de este tipo, según Figuerola. El resto de servicios que se ofrecen, siempre y cuando el usuario cumpla con las exigencias de los servicios sociales, son albergues, pensiones y viviendas de inclusión compartidas. En muy pocos casos los usuarios llegan a habitar un piso ellos solos.