A lo largo de los pasados treinta días se ha producido una serie de noticias económicas muy favorables para España y que tendrán sus consecuencias, no sólo para la situación económica general del próximo año, sino también para el mercado laboral. Son las ya conocidas inversiones de grandes grupos multinacionales en Galicia, Sagunto y Barcelona, que se han visto redondeadas por el contrato firmado por Navantia para construir tres buques para la Royal Navy con un importe de 1.800 millones de euros.
Esta sucesión de noticias económicas en el ámbito industrial tiene mucho que ver con el atractivo inmobiliario que para los inversores tiene nuestro país, que le lleva a ocupar el tercer puesto entre los países europeos después de Alemania y Francia.
No son las únicas noticias favorables para nuestra economía, que se va a ver muy necesitada de estímulos el año que viene, sino que además se ha conseguido bajar la inflación de nuevo, ocupando el segundo puesto después de Francia entre los países menos inflacionistas de Europa y a más de tres puntos por debajo de la media en la zona euro. La tasa de variación anual del IPC (Índice de Precios al Consumo) en España en octubre de 2022 ha sido del 7,3%, es decir, 1,6 puntos inferior a la del mes anterior y muy por debajo también del crecimiento del 1,8% registrado el mismo mes del año pasado. La variación mensual del IPC ha sido del 0,3%, de forma que la inflación acumulada en 2022 es del 5,7%.
La inflación en la zona euro subió en octubre hasta el 10,7%, un récord absoluto en su serie histórica y ocho décimas más que el dato de septiembre. El principal responsable del alza es, de nuevo, la energía, que se ha encarecido un 41,9% frente al 40,7% del pasado mes de septiembre. Los países bálticos siguen siendo los que registran tasas más altas. En Estonia se registró la mayor tasa, el 22,4%, seguida de Lituania, con el 22%, y Letonia, con el 21,8%. En Países Bajos, la inflación llegó al 16,8%, y detrás están Eslovaquia (14,5%), Bélgica (13,1%), Alemania (11,6%) y Austria, con un 11,5%.
A partir de ahora, entrando en un mes tradicionalmente inflacionista como es diciembre, será difícil que la situación general de la inflación mejore de una manera ostensible y ya podríamos darnos por satisfechos si se estabilizara. Además, es la alimentación, el sector más inflacionista del mes, la que está mostrando una mayor escalada de precios. Y, según afirma Luis Planas, ministro de Agricultura, Pesca y Alimentación, el problema no es privativo de nuestro país, sino que también afecta a otros países europeos, estando nosotros situados en la zona media.
Por poner algunos datos, en Portugal la inflación de la cesta de la compra está en el 18,2%. En Alemania alcanza el 19,2; mientras en España se sitúa en el 15,4%, el máximo desde que se mide el IPC de los alimentos en 1994. En cambio, Francia o Italia están claramente por debajo con tasas del 13,6% y 12,9%, respectivamente.
Demostrado el efecto de los altos costes energéticos en el origen de la inflación y cómo se está reduciendo con su control, queda al Gobierno iniciar una campaña similar entre los responsables de la distribución. Sin ir muy lejos en Portugal se ha planteado un nuevo impuesto sobre las empresas de distribución alimentaria. Pero el Gobierno se resiste aduciendo que en estos precios hay una repercusión de costes y no obtención de beneficios. Por ello hacen llamadas a la responsabilidad del sector que, con seguridad no serán atendidas, aunque el coste en alimentación supera el 20% en las familias con menores ingresos.
A pesar de las catastróficas previsiones de los sempiternos agoreros, que desean refocilarse con una mala situación económica y laboral que no termina de llegar, no vamos a terminar mal el año. El propio FUNCAS, poco sospechoso de realizar vaticinios progubernamentales, estima que este año el PIB avanzará hasta el 4,5%, lo que es una décima más de lo previsto por el Gobierno, basándose este crecimiento en el incremento de las exportaciones, muy favorecidas por la fortaleza del dólar.
Mucho peor aspecto tiene el 2023, en que después de un cuarto trimestre en que podríamos padecer un balance negativo, la economía podría estancarse en el primer trimestre para no superar el 1,2% en el total del año, cifra muy lejana del 2,1% previsto por el Ejecutivo. De esta manera se podría escapar de la recesión, haciendo la salvedad que una de las características de nuestra economía es la de crear empleo con un PIB muy bajo, inferior al de otros países europeos. Y salvando el empleo, que podría estancarse con un paro del 13% a lo largo del año, se apuntala el consumo que supone un tercio de nuestro PIB.
El otro gran problema que nos aflige, al igual que al resto de países, es una inflación que se ha mostrado muy resistente durante los tres primeros trimestres del año y que podría estar ya comenzando a desinflarse, al menos en nuestro país, no subiendo del 7% en noviembre y estancándose en diciembre por su tradición inflacionista sobre todo en la alimentación. Para el resto del año podría comenzar con una fuerte bajada en enero -siempre que no haya acontecimientos inesperados- y cerrar el año en una cifra inferior al 4,7%.
¿Y qué efectos puede estar causando la inflación persistente al sector inmobiliario? En primer lugar está afectando muy negativamente a la obra nueva de la que son parte muy importante en los costos el precio de la energía, materiales y mano de obra. Esta situación obliga a los constructores a trasladar estos costes al precio final del producto lo que cuando hablamos de precio cerrado no es posible. En todo caso el incremento de precio está por debajo de la inflación.
Muy distinta es la situación de la vivienda de segunda mano, que es un tradicional valor refugio en épocas de crisis e inflación ya que la demanda siempre sobrevive a la mala situación y, a la larga, la vivienda siempre incrementa su precio. Es una manera muy difundida de defender el patrimonio frente a la inflación. Además, su alquiler, aún en la situación actual de limitación al 2% en las cuotas mensuales para aquellos contratos que tuvieran que revisar la renta, continúa siendo una manera de obtener ingresos extras.
No hay que dejar de reseñar el impacto que el necesario control de la inflación por parte del BCE está teniendo en las subidas de tipos de interés, que afecta sobre todo a las hipotecas variables y a la contratación de nuevas hipotecas de interés fijo. El incremento de las cuotas está limitando la financiación para adquirir vivienda, lo que sin lugar a dudas tendrá repercusión en el mercado residencial, sobre todo de primera vivienda. La gran incógnita es la decisión que se tomará en la próxima reunión del BCE el 27 de enero. Todo depende de la inflación, pero parece segura una nueva subida del 0,5% que dejaría un euríbor del 3,1% a lo largo de todo el próximo año.
A pesar de todo este turbio panorama, la perspectiva económica no es tan mala como podía preverse a mediados del verano. Quedan dos aspectos a tener muy en cuenta y cuyo descontrol podría incrementar las indeseables tendencias inflacionistas. En primer lugar, conviene reducir el nivel de preocupación por la inflación, ya que este fenómeno se retroalimenta de si mismo; es decir, la perspectiva inflacionista produce más inflación, ¡enterremos el alarmismo! En segundo lugar y muy importante hay que evitar los indeseables efectos de la llamada segunda ronda inflacionista, es decir, la llegada del efecto de los incrementos salariales. Que, de momento, no se está produciendo.
Y para conseguirlo es necesario conseguir un pacto de rentas entre organizaciones empresariales y sindicatos, con el Gobierno y el principal partido de la oposición como garantes, en función de la inflación esperada y no de la actual, aunque haya que introducir factores de corrección si la previsión se supera.
E íbamos bien en este sentido, con un FUNCAS previendo en septiembre un 3,8% para el 2023, lo que resultaba una cifra excepcional para cerrar acuerdos. Sin embargo, la reciente previsión del Banco de España que la sube al 5,6%, y que conseguirá que las próximas previsiones se incrementen, echa leña al fuego siempre vivo de los pactos salariales.
Controlar la inflación va a requerir muchos esfuerzos por parte de todos porque a medio plazo todos saldremos beneficiados. El Gobierno tiene que seguir en su política de control de los precios que están en el inicio de la tendencia inflacionista y haría bien, a pesar de las palabras del ministro Planas, en intentar poner medidas correctoras de uno u otro tipo en el sector de la distribución. Los agentes sociales, CEOE y sindicatos deben llegar a un acuerdo de rentas para evitar la segunda ronda y entre todos debemos rebajar la alarma de los precios para evitar el acaparamiento que siempre es inflacionista.
Vamos por buen camino, como lo demuestran las inversiones industriales, las inmobiliarias y la atención que nuestro país genera en Europa, hay que perseverar.

Periodista económico
Eduardo Lizarraga