Siguiendo al pie de la letra el viejo dicho de que «cuando Dios cierra una puerta abre una ventana», la Banca española, que para esto del dinero debe ser muy católica,  ha decidido abrir de par en par el portalón de las comisiones a los usuarios. Grandes, pequeñas, medianas…todas valen para equilibrar una situación que les tiene con un pie en el tártaro.

Todo comenzó cuando algunos abogados españoles aprendieron el camino del Tribunal de Justicia de la Unión Europea y decidieron obviar todo lo que el Tribunal Supremo hiciera para defender a los bancos. De esta forma golpe a golpe, sentencia tras sentencia, los bancos perdieron esa impunidad que les había encumbrado y los abogados consiguieron desmontar un trabajado entramado de cláusulas abusivas, que había convertido el contrato hipotecario en una genial trampa, idónea cazar la cartera de cualquier incauto que abriera la puerta de una sucursal bancaria. Y lo que es peor, todos dejamos de ver al banco de la esquina como a un no amigo y lo comenzamos a ver con antifaz y ganzúa, como al Caco Bonifacio.

Para qué hablar de los tortuosos productos financieros, que comenzaron a aparecer con el siglo y con los que engañaron a viejecitas, jubilados y otras personas indefensas, que se veían sin los ahorros, porque su director de sucursal de toda la vida había abusado de su buena fe y desconocimiento.

Pero en una mezcla de tormenta perfecta y Ley de Murphy, o de castigo a los malvados, desde el inicio de la crisis los bancos iniciaron una cuesta debajo de la que aún no han visto el final. A las sentencias en su contra, que les comieron la imagen y la bolsa, hay que añadir la política monetaria seguida por el BCE, que ha llevado el precio del dinero al 0. Y eso es terrible para el negocio bancario, porque los diferenciales les han bajado enormemente. Y también les han bajado las comisiones máximas que pueden cobrarte al gestionar fondos de inversión o carteras, que eran un robo manifiesto,  tapado por los intereses que decían te daban. Por si esto fuera poco, han tenido que ir cerrando sus oscuros negocios bancarios de créditos rápidos, con intereses usurarios y amparados por una marca B para que no se reconociera al Santander o al Sabadell detrás…pero eran ellos.

Ante esos  intereses usurarios, una legislación, aunque antigua y casi olvidada, se ha vuelto a poner sobre el tapete y actúa en contra de las entidades financieras, reguladas o no, que prestan dinero con pocas garantías y mucho interés. Son esos crédito fáciles y rápidos, que se anunciaban en todas partes y que, al parecer, carecían de control, lo que resulta poco menos que increíble, ¿para que está el Banco de España?… Pero desde 1908 en España está la Ley Azcárate, que con poco articulado pero contundente, declara nulos los intereses remuneratorios usurarios y obliga a la entidad a devolver lo percibido.

Y con el auge de los Cofidis o Vivus, las tarjetas revolving y las otras, las líneas de crédito con TAEs del 30% y otros maléficos inventos similares, la ley más que centenaria y casi olvidada, ha cobrado nueva vida y se está convirtiendo en el azote de los nuevos prestamistas que pierden la totalidad de los juicios a los que se enfrentan. Intereses de hasta el 36% anual se han visto en este tipo de productos financieros.

Además, para controlar su estabilidad e impedir que puedan volver a empeñarse hasta con lo que no tienen, con apalancamientos excesivos, el BCE les ha obligado a aumentar el capital disponible, lo que tampoco les beneficia nada al tener una gran cantidad de fondos, que no de dinero que ese no existe, inmovilizados.

Toda esta situación  de desgracias bancarias sobrevenidas y merecidas, da las claves para entender que la inversión en acciones de bancos es una mala práctica. Y así lo han entendido muchos de sus accionistas, que están deseando aprovechar la primera oportunidad para dejar de serlo.

Pero la banca española, que  lleva muchos años viviendo por encima de sus posibilidades, con un glamour de sueldos y ventajas que no le corresponde y que procede de los recursos que esquilman al pueblo español, no se resigna a perder el momio y se ha puesto a trabajar duro para equilibrar de nuevo sus ingresos y ofrecer beneficios a sus desencantados accionistas. No ha sido muy imaginativa y por un lado, el de los ingresos, tan sólo está estableciendo comisiones hasta por dar los buenos días, si es en inglés es del 2%. Por otro, todos al alimón, está haciendo una buena escabechina en empleados y sucursales.

Las seis entidades financieras que cotizan en el IBEX 35, Bankia, Bankinter, Banco Sabadell, Banco Santander, BBVA y CaixaBank, cerraron el ejercicio de 2019 con unos beneficios netos de 13.637 millones de euros,  tras haber ganado 22.292 con las comisiones que cobran a sus clientes y usuarios por servicios y productos. Descontando cifras y beneficios originados en el extranjero, encontramos que las ganancias de la gran banca en España se sitúan en 6.581 millones de euros, con un saldo neto de comisiones de 9.712 millones.

Tienen el camino aprendido, y por eso, por lo de ¡leña al mono hasta que aprenda el catecismo! cuatro de los seis grandes bancos (Santander, BBVA, Bankinter y Bankia) han subido las comisiones que cobran a sus clientes con el cambio de año.

Pero la subida de ingresos vía comisiones no es suficiente para volver a sus antiguos esplendores y dar una imagen atractiva a los accionistas. Por eso hace falta reducir gastos y no precisamente de los ejecutivos glamourosos de la nata bancaria, ni en sus sueldos o prebendas; teniendo que hacer la salvedad que los ejecutivos bancarios españoles son los terceros en el ranking de los mejor pagados de Europa, tras Luxemburgo y Reino Unido. Así, éste año volveremos a ver una importante reducción de plantillas y un brutal cierre de oficinas bancarias, que será dramático en determinadas zonas rurales. Todo ello acompañado de recomendaciones por el medio ambiente, sorteos de ollas exprés o viajes a Cancún, para que nos pasemos a la banca digital.

Según el regulador, entre finales de 2013 y septiembre del año pasado, cerraron 8.579 sucursales bancarias, algo más de la cuarta parte de las existentes hace 7 años. Mayor es la deplorable cifra de los despedidos, que alcanzó en ese mismo periodo la cifra de 30.696 empleados, una cifra a la que hay que sumar los 60.423 de los cinco ejercicios anteriores y los algo más de 6.000 despedidos el año pasado por EREs en el Santander, Caixabank y Unicaja.

Pero con el precio de sus acciones cayendo, los bancos saben que la única manera de atraer inversores es la de incrementar sus beneficios y por lo tanto las comisiones, que todavía son insuficientes para neutralizar los efectos del precio del dinero tan bajo.  Así que estemos preparados y atentos porque nos van a sacar hasta la pedrea.

Claro está que tenemos dos soluciones para que eso no ocurra, volver al método del calcetín y pasar de los bancos, lo que no es muy factible hoy en día, o hacerles frente y decirles que las comisiones abusivas para Botín. Y es que la óptica del banco no es la correcta, aunque intenten hacérnoslo creer porque ese es su negocio. Una comisión es la remuneración que el banco percibe por un servicio efectivo que nos presta y que hayamos solicitado. Lo deja muy claro la Orden Ministerial 2899/2011, de 28 de octubre, de protección de clientes de servicios bancarios.  Que las comisiones obedecen a la prestación por parte de la entidad bancaria de un servicio que le hemos solicitado y que el importe de esa comisión debe corresponderse con el coste que ha supuesto a la entidad su prestación, nada más, lo contrario es abusivo.

Y hay comisiones que nos cobra el banco que, como nos viene timando desde siempre, pensamos que son legales y pertinentes. Y aquí volvemos a incurrir en la supina idiotez que significa creer al banco como si lo suyo fueran axiomas o palabra de Dios. Y no es así.

Los bancos se están acostumbrando a perder, los jueces a sentenciar en su contra y ya no es noticia que esto suceda. No podemos permitir poner nuestras carteras a disposición de sus necesidades, que son muchas. Cuando tengamos la sensación de que una comisión que nos cobran no se corresponde con un servicio que hayamos solicitado o que su importe es demasiado alto, hay que solicitar su reintegro por un medio contrastable. Y exigiendo que especifiquen el servicio prestado, cuándo se solicitó y su coste. Es lo que también les exigirá el juez. Y si no lo hacen, interpón una demanda.  Como te están engañando y saben que lo sabes te devolverán el dinero.  A fin y al cabo tienen 9.712 millones de saldo, engañando, como siempre, a sus clientes.

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Eduardo Lizarraga