Desde diferentes agencias inmobiliarias y prescriptores del sector ya se está informando de la llegada  de inversores, tanto particulares como empresas,  que esperan obtener grandes gangas una vez que el sector se ponga de nuevo en funcionamiento. Y la conjunción de factores que se está produciendo no debería extrañarnos de la situación: una Bolsa volátil y a la baja, unos bancos que se encuentran entre lo peor de los valores bursátiles y fondos con rentabilidad en negativo al igual que el precio del dinero.

Ya nadie cree en esa famosa caída en V que se pregonaba al principio de la crisis. Se está hablando de un recuperación que se dilatará a lo largo de los próximos tres años y aún no hemos llegado al fondo. Por eso los inversores y ahorradores ponen, como siempre que el ciclo llega a su fin, su objetivo en el mercado inmobiliario.

La creencia en la caída de precios ya es general y falta por saber dónde se encontrará el suelo. Desde el 8% de los más optimistas, hasta el 20% y más que vaticinan los partidarios del gran descalabro. Y sin descontar que, como siempre, no bajará lo mismo la primera vivienda en las grandes capitales que la segunda residencia en lugares de costa. Cuanto mayor sea la cantidad de propiedades que salgan a la venta en determinadas zonas, mayor será la bajada en una clara demostración de la ley de la oferta y la demanda. Porque es la profundidad de la crisis y su influencia en el mercado laboral quienes marcarán la pauta.

El confinamiento nos ha mostrado en directo las carencias de nuestras viviendas y lo que buscaremos en el futuro. Por eso los pisos con balcones o terrazas y más aún las viviendas con jardín, serán objetivo de demanda  por los compradores y por tanto de los inversores. Los pisos bajos, interiores o con poca luminosidad pueden estar en el rango alto de los descensos de precio.

Pero además del confinamiento, la crisis nos ha enseñado, nos está enseñando, que muchas actividades laborales se pueden realizar en forma de teletrabajo. Y lo está mostrando no sólo a los trabajadores, sino también a las empresas, que han puesto en marcha obligadas y descubierto, la bondad del sistema para sus resultados económicos. Unos van a poder ahorrar dinero en metros de oficinas y los otros van a poder adquirir viviendas en las periferias o pueblos más alejados, con una considerable disminución del precio del metro cuadrado y con mayores posibilidad de parcela. Parece que ya no es imprescindible vivir cerca del lugar de trabajo, sino que podemos llevarnos este a nuestra casa.

Y con una pequeña variación del primer concepto, los apartamento medianos situados en espacios abiertos de las ciudades, con zonas verdes cercanas y sin aglomeraciones, están en alza.

En suma, los buitres están volviendo, si es que alguna vez se fueron, y el olor a las oportunidades de las que se alimentan moverá el mercado en los próximos meses. Pero lo tendrán que ver muy claro para decidirse antes de saber cuál es el nuevo suelo en el que queda el sector y eso no será antes de finalizar el verano porque ahora el mercado no existe. De momento hay que tener claro que los precios de febrero, rozando ya el máximo de precio posible, fueron el nuevo top al que tardaremos en volver.