Con el cambio de tendencia en la vivienda producido por la pandemia, el incremento de la vivienda unifamiliar parece un hecho contrastado. La empresa de tasación, Tinsa, ha elaborado un informe de su situación en las diferentes provincias españolas.

Actualmente el 32% de las viviendas existentes en España son de tipología unifamiliar. El urbanismo en España ha priorizado históricamente los desarrollos más densos con viviendas en altura, de ahí que los pisos representen una clara mayoría en el parque residencial español, con el 68% de las viviendas existentes, según datos del Catastro, que no incluye datos de Navarra y País Vasco. Ese porcentaje supone 16.250.000 pisos. Dentro del otro 32% que representa tipología unifamiliar, las mayores concentraciones se localizan en las provincias de interior.

Si hacemos zoom sobre el territorio, las provincias donde la tipología unifamiliar tiene mayo peso son la provincia de Cuenca, donde la proporción de unifamiliares alcanza el 68% (frente al 13% de Madrid y el 32% de la media nacional), seguida de las provincias de Zamora, Toledo y Teruel, con un peso de la vivienda unifamiliar superior al 60% en estos tres casos. En el extremo contrario, Madrid, Barcelona y Cantabria registran la menor proporción de unifamiliares sobre el total, con un 13%, el 18% y el 19% del parque, respectivamente.

¿Y esa media nacional del 32% de vivienda unifamiliar dónde nos sitúa frente a otros países europeos? España destaca entre los países donde menos proporción de población vive en unifamiliares. Ocupa la segunda posición, por detrás de Lituania y por delante de Suiza, según datos de Eurostat. Por el contrario, los países con más porcentaje de población residiendo en viviendas unifamiliares son Irlanda y Reino Unido, con proporciones que superan el 80%.

Tipologías de vivienda y políticas urbanísticas

En definitiva, la mayor o menor presencia de un tipo u otro de vivienda depende de la orientación de las políticas urbanísticas. En el contexto pandémico, la tipología unifamiliar goza de un mayor protagonismo, pero desde un punto de vista urbanístico el respaldo a una u otra tipología tiene implicaciones.

La apuesta por un desarrollo de baja densidad residencial, o, lo que es lo mismo, por un predominio de vivienda unifamiliar, supone una mayor ocupación del territorio, mayor exigencia de infraestructuras de transporte privado, una tendencia a la concentración de servicios en grandes centros comerciales y un mayor consumo y por tanto menor eficiencia energética generalizada debido a la dispersión. De ahí que los Objetivos de Desarrollo Sostenible tiendan a defender el modelo opuesto: una mayor densidad residencial (vivienda en altura). Una ciudad compacta con una mayor cercanía a los servicios, mayor eficiencia energética derivada de la concentración y una menor dependencia del transporte privado.